HAY MANOS

Hay manos que acarician dulcemente
que golpean con dureza,
que señalan con desprecio,
que te ayudan sin razón.
Manos grandes que sostienes con temor
lo más frágil de la tierra.
Manos pequeñas que creyéndolas muy suaves
ocasionan heridas que no cierran fácilmente.
Manos toscas con dureza en los dedos
que cuando acarician,
el ser amado, envuelto en las nubes se siente.
Manos que se agitan para implorar clemencia,
para obtener limosna,
que se abren y extienden para brindar apoyo
sin esperar pedido.
Manos que se adelantan para impedir el paso,
diciendo “quédate donde estás”
evitando así por miedo, que alguien se acerque a ellos
pensando quizá que al hacerlo
hurgarán su corazón.
Manos que claman al cielo:
“Dios no te olvides de mi”. Manos que con desesperación
se estruja con nerviosismo,
mesándose los cabellos
sin encontrar respuesta a lo que creen que son.
Manos que al señalar con el índice extendido,
muchas veces no saben el dolor que hacen sentir,
Manos que tienen que decir adiós
cuando el que amamos nos deja,
que despiden a alguien, con alegría, con pena,
que llaman para dar algo,
que te buscan ahora, para engañarte después.
Que señalan a lo lejos
al infinito, al cielo,
ese punto, esa estrella,
que una vez fue testigo de nuestro gran amor.
Manos, manos todas ellas diferentes:
manos expresivas unas, otras que nada dicen,
manos delicadas que insultan,
manos duras que enternecen,
manos de niño que acarician,
manos de viejo, torpes, pero suaves,
manos rígidas, frías de difunto,
manos rígidas y frías del que aun aquí está.

ANABEL CALDERON FIGUEROLA.- San Pedro de Lloc, 1941.
Poemas inéditos.

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Este artículo ha sido seleccionado y parcialmente escrito e ilustrado por Inteligencia Artificial (AI) basado en noticias disponibles.

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