Querella contra Darwin

-Oiga. ¿Le gustaría que dijeran que su abuelo fue un mono?.- me preguntó un tipo en momentos en que yo salía de misa.

Antes de que le respondiera, me pidió mi nombre, dirección y número telefónico. Me pareció un chiflado, y tomé un camino diferente, pero otro individuo me cerró el paso.

-¡Alto! Usted está dejando pasar la oportunidad de su vida.
Decidí escucharlos, y me entregaron sus tarjetas. Eran abogados. Estaban preparando un caso y necesitaban de unas cincuenta personas para sustentarlo.

-Le garantizamos que usted ganará no menos de un millón de dólares. Queremos llevar a Darwin ante los tribunales. Usted testificará la crisis de nervios que sufrió al oír que sus abuelos eran monos. Dirá que se sintió insultado. Reclamará que el ofensor le pida disculpas. Nosotros nos encargaremos de exigir la reparación económica.

Les expliqué que Darwin había muerto en el siglo XIX y que, por otro lado, su teoría no me incomodaba en absoluto.

-¡No importa! Ante el juez, deberá presentarse compungido. En el estudio, tenemos actores que le enseñarán a llorar… Y si el tipo ha muerto, enjuiciaremos a sus editores, y a las escuelas y universidades donde se le enseña. No se preocupe. Su millón está asegurado.

Este juicio no sería el primero ni el último contra el famoso científico. A ciento cincuenta años de formulada y cuando se la considera ya como una evidencia incontrastable, la teoría de la Evolución está prohibida en las aulas de clase de una considerable extensión de los Estados Unidos. Sus detractores son protestantes fundamentalistas que interpretan al pie de la letra el Génesis según el cual el mundo y al hombre fueron creados en seis días hace poco más de 10 000 años.

Hace diez años, el Consejo Educativo de Kansas decidió suprimir cualquier mención a las teorías darwinianas en los programas de exámenes escolares de las escuelas públicas. La decisión también afecta la presentación en las escuelas de la teoría del Big Bang, según la cual el universo se originó a partir de una gran explosión estelar

Por su parte, Nuevo México, Alabama y Nebraska han adoptado medidas que tornan difícil dar clases sobre el evolucionismo. En Texas, Ohio, Washington, New Hampshire y Tennessee se obliga a quienes dan clases sobre evolucionismo a presentar evidencias que prueben lo contrario.

Aunque víctima de la prohibición en uno de los países más avanzados del planeta, la teoría de Charles Darwin en 1859, es considerada en nuestro tiempo como la piedra angular de la biología.

-Lo vimos salir de una misa. Es usted católico, ¿no?
Antes de que les respondiera, uno de los tipos me reiteró que había un millón en mi camino. Citó los casos que había ganado. Habló largo.

Mientras el tipo peroraba, recordé la intuición genial del jesuita Teilhard de Chardin para quien, no sólo la vida, sino la materia y el pensamiento están también inmersos en el proceso de la evolución. La función básica del ser humano, nacida de su compromiso con la humanidad, no es otra que la de construir la Tierra. La avidez del abogado que yo tenía enfrente ignoraba este acercamiento entre el catolicismo y la ciencia.

Es más, los creyentes angloparlantes y los que hablamos castellano vivimos nuestras creencias de maneras muy diferentes. Nuestra manera de creer es tal vez más relajada.

En la América hispana, los supuestamente descreídos comunistas y socialistas se casan por la iglesia y bautizan a sus hijos. En España, la etiqueta del Anís del Mono les toma el pelo a Darwin y al primate, e incluso a los creyentes.

En el México revolucionario, los cristeros se enfrentaron a unos curiosos ateos que levantaban el pendón de la Virgen de Guadalupe. En Colombia, según García Márquez, la diferencia entre ser un católico conservador y un librepensador liberal consiste en que los primeros van a la misa de doce el domingo y los otros a la de siete para no ser vistos.

Los creyentes hispanos se limitan a serlo. No les interesa confrontar su fe con la ciencia. Saben que la razón puede servir para mucho, pero no para iluminar lo Inconmensurable. Por mi parte, creo que todo lo bello que conozco no lo aprendí por el razonamiento. Me lo enseñó el corazón.

Nada de eso se entendería en los Estados Unidos. El que practica una religión debe mirar con sospecha al que no acude a su misma iglesia ni escucha al mismo pastor, o al que sólo se levanta tarde los domingos. Hasta las laicas revistas “Time” y “Newsweek”, en sus ediciones de Semana Santa, tratan de poner la resurrección ante la lupa de la ciencia y las cartas del lector.

¿Y los abogados del comienzo de esta nota? No sé qué fue de ellos. Lo que sé es que pronto encontrarán clientes. Además, no son tan inventados como algunos lectores pueden suponer. Mientras escribo esta nota, un abogado se publicita en la radio y aconseja a los oyentes que sufren un accidente de trabajo, llamarlo a él primero antes de ver al médico. “Hay un millón de dólares en su camino.”

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Este artículo ha sido seleccionado y parcialmente escrito e ilustrado por Inteligencia Artificial (AI) basado en noticias disponibles.

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