Una masacre programada

Por Eduardo González Viaña

 

 

USA: Una masacre programada

 

A las diez de la noche del 26 de enero, Erik Ayala empujó la puerta del night club “The Zone” de Portland, Oregon. Antes de que entrara, un portero lo miró con alguna atención, pero no le notó anormalidad alguna. Le reclamó su entrada. Lo dejó entrar.

 

En ese establecimiento para adolescentes está prohibida la venta de bebidas alcohólicas. Erik tenía 24, y ocultaba algo envuelto en un periódico, pero eso al portero no le interesó. Lo que Erik cargaba era una pistola italiana Tanfoglio de 9mm. En la recámara, iban doce balas.

 

Lo que sucedió después, todo el mundo lo sabe. Lo que los diarios no han dicho es que aquella era una masacre con una programación inflexible: tenía que ocurrir… y ocurrirá otras veces. Vamos a ver por qué, y comencemos por Bryan Kellim.

 

Bryan es el orgulloso propietario de la tienda “99 Empeño y Armas”. En un país donde la norma es ser casi invisible, este ciudadano se ha hecho famoso para el resto de su vida. Ha aparecido en todos los diarios y la televisión luciendo ropa nueva, ensayando diversas sonrisas e incluso lanzando miradas de inteligencia como las de Adrian Monk, el ficticio detective de la pantalla chica.

 

Su negocio es legal y, no tan sólo ello, es protegido por las normas constitucionales. El derecho a portar armas se ampara en este país en la Segunda Enmienda  según la cual, “siendo una milicia bien preparada necesaria para la seguridad de un estado libre, el derecho a tener la responsabilidad de un arma no debe ser vulnerado.”

 

Los republicanos conservadores interpretan ese ya bicentenario mandato como una ley sagrada que tan sólo tiene parangón con los inderogables mandatos de la Biblia. Los norteamericanos más modernos apenas han logrado algunas regulaciones, pero no pueden apuntar a la extinción del derecho. Un candidato que se atreviera a exigirlo, tendría la elección perdida de antemano.

 

Más todavía, la Corte Suprema- terminada de armar en la era Bush- ratificó hace muy poco el derecho a la tenencia de armas. En su dictamen, la máxima instancia judicial anuló incluso el requisito establecido en Washington DC de que las armas de fuego contengan seguros que las bloqueen. Es decir, nada ni nadie deben robar a los ciudadanos ese derecho que, según John McCain, es sagrado y sólo se parece al de la libertad de expresión.

 

En la exposición de motivos, la Enmienda –que data de 1791- ofrece armas a los norteamericanos para que puedan esgrimirlas contra el agresor británico.

 

Felizmente para los ingleses de hoy, Erik ignoraba esas razones. Incluso, a pesar de haber terminado Secundaria, es muy posible que no supiera localizar a la isla en un mapamundi. Con frecuencia, los universitarios de este país no pueden hacerlo. Recuerden ustedes que una candidata a la vicepresidencia no sabía dónde estaba África, ni si era un país o un continente.

 

El 6 de enero a las 4 de la tarde, Ayala entró en la tienda de armas, pero no tuvo suerte. No le vendieron lo que buscaba porque no había llevado su identificación. El 9 volvió con su carné de conducir y sus 3 últimas cuentas de electricidad. Es una exigencia local para inmigrantes. Se la vendieron. A su pedido, le ofrecieron, además, información de cómo aprender a usarla.

 

Ayala había mostrado problemas de conducta en la escuela secundaria e incluso había estado hospitalizado con depresión, pero nada de eso le impidió adquirir el arma.

 

Tampoco hubo intervención familiar alguna. En esta sociedad hiperindividualista, los padres no suelen ser informados del desarrollo escolar. En las universidades, el profesor que hablara con la familia acerca del rendimiento de sus alumnos podría perder el puesto. Por último, los jóvenes abandonan la casa paterna al final de High School, y muy pocos vuelven a visitar a los suyos.

 

Mexicano de nacimiento, a los 24 años, Erik ya no era un latinoamericano. Ninguna norma cultural hispana prevalecía en su conciencia. No veía a sus padres. No frecuentaba a otros mexicanos. No asistía a ninguna iglesia. Casi no hablaba español. Como un típico “American young man”, era autosuficiente, experto en mecánica,no había leído libro alguno y era capaz de valerse solo frente al mundo.

 

Eso fue justamente lo que hizo. Solo frente al mundo, disparó. Una estudiante peruana, Marta Paz De Novoa, 17 y la estadounidense, Ashley Wilks, 16, murieron de inmediato. Severamente heridos resultaron Anne Sophie Rialland, 16, de Francia,  Susy De Sousa, 18, de Italia, Gonzalo Vasquez Orozco, 17, de Guatemala, Jalontae Howard, 16, de Estados Unidos, la ecuatoriana Ana Zambrano Soledispa, 18, Brad Yoast, empleado de la discoteca y Trista Chang, 18, de Taiwán.

 

¿La globalización de la violencia? Sí, y también de la barbarie individualista. En vista de que ya ocurrió muchas otras veces y de que está en el sentido común de los norteamericanos el axioma de que las armas son un derecho sagrado, todo esto volverá a ocurrir. Está programado.

 

 

 

 

 

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Este artículo ha sido seleccionado y parcialmente escrito e ilustrado por Inteligencia Artificial (AI) basado en noticias disponibles.

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