El 1 de octubre de 1908, en Detroit, Michigan, salió del concesionario la primera unidad del Ford Modelo T. Este icónico automóvil, apodado “el coche del siglo”, logró democratizar la propiedad de vehículos para millones de personas.
Charles E. Sorensen, un importante ejecutivo de Ford, recuerda en su libro “Mis cuarenta años con Ford” (1956) la emoción de ese día. Henry Ford, con entusiasmo, le pidió a Sorensen que preparara un espacio especial en la planta de Piquette Avenue. Allí, en una habitación que se convertiría en la cuna del Modelo T, se diseñó y construyó el primer prototipo.
El éxito del Modelo T fue rotundo. Ford tenía una visión clara: crear un coche accesible para todos. Su lema era: “construir un coche para las masas, grande para la familia, pero manejable para el individuo”.
En 18 años, desde la planta de Piquette Avenue y otras fábricas en Estados Unidos, se produjeron 15 millones de Ford Modelo T. Para 1918, la mitad de todos los coches en Estados Unidos eran Model T, convirtiéndose en un símbolo de la era moderna.
Sin embargo, el Modelo T tenía una peculiaridad: solo se ofrecía en color negro. En 1909, Ford declaró que “cualquier cliente puede tener un coche pintado de cualquier color que desee, siempre y cuando sea negro”. Esta decisión, motivada por la economía y durabilidad del negro, perduró hasta 1914, cuando finalmente se ofrecieron otros colores.
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