El Señor Barra

La muchacha de jeans y zapatillas entró en el vestíbulo del elegante hotel con paso tranquilo y una tímida sonrisa que expresaba su ingenua esperanza. En el mostrador el encargado conversaba de fútbol con un empleado.

(Bueno, es mi primer día en este nuevo trabajo y ojalá logre venderle un aviso de página entera al gerente del hotel, que me daría muy buena comisión y podría por fin pagar el recibo de teléfono que ya va a vencer). Señor, por favor… (Pero…bueno, ¡oye! tú ¿qué te crees? ¡Esto es el colmo! ¿Te pagan por conversar de fútbol o por atender? Bueno, tranquilizante Ana María, ya sabes lo que no te debe faltar: paciencia y buen humor). Disculpe…¿,el señor Barra por favor? (¡Ey inútil! mírame al menos que te estoy hablando ¿o es mucho pedirte?)

– ¿Qué desea? – (¡Aleluya!) Buenos días. Mire, soy de la Revista “Sucesos” y quisiera conversar con el señor Barra. – ¿,De que asunto? – Es sobre un avis… – ¡Ah! Publicidad…Hum! Bueno, no sé…

(¡Baboso! Sí: Es publicidad ¿Y qué? No es asunto tuyo así que no me mires así ¿ya? Bueno, eso está mejor, coge tu teléfono y llama para que me reciban y no me malogres más el día que yo que estaba tan contenta ya me pusiste del mal humor. Y… ¡dale! ¿Qué miras? ¿Crees que porque vengo en blue jeans y zapatillas no puedo vender publicidad? Como se ve que eres hombre y en lugar de cerebro tienes la cabeza llena de hormonas. Sólo espero que tu jefe no sea un idiota como tú y ya haya superado esos complejos de macho latino).

– Sabe, va a tener que regresar otro día porque el señor Barra no la va a poder atender. 
– Mire señor, yo hablé ayer con su secretaria por teléfono y me dijo que podía venir a esta hora… 
– Señorita, le estoy diciendo que el señor Barra está muy ocupado y no la va a poder atender. Regrese mañana si quiere.

(¡Idiota! Y encima sigues con tu charla de fútbol como si nada ¿Qué te has creído? ¿Que soy invisible? Si fuera hombre… ¡te zamparía un puñete por malcriado y descortés! pero mejor ni amargarme, que sólo me voy a hinchar el hígado, ni insistir que ya ví que no voy a lograr nada de semejante bestia).

– Gracias de todas maneras (Y date con una piedra en el pecho que te doy las gracias sólo por educación ¡y ojalá tu mujer te ponga los cuernos!). Ha sido usted muy amable. (¡Baboso! Bueno, como dice mi jefa “lo peor que puede hacer un vendedor es pelearse con la gente”. Lo único que me queda es regresar mañana).

Al día siguiente la muchacha regresó. Vestía una falda corta que destacaba sus piernas, zapatos de taco alto, el cabello suelto y un maquillaje esmerado. El mismo hombre de la víspera estaba hablando por teléfono cuando ella entró, pero esta vez cortó la comunicación en cuanto la vio entrar para acercarse sonriente al mostrador.

– ¿En Qué puedo atenderla?

– (¡Ay! Mírenlo pues… hasta el tono le ha cambiado… ¡estúpido! Ahora si me atiendes ¿no? ¡Ay Señor! ¡qué le vamos a hacer! Es hombre el pobre…) Disculpe usted, quisiera hablar con el señor Barra si fuera posible y usted fuera tan amable… (¡cara de tramboyo! A ver si ahora no me vas a atender…).

– Bueno; no sé si tendrá tiempo en este momento, sabe, porque está muy ocupado señorita, pero, mire, voy a hablar con su secretaria para ver de que manera la podemos servir… 
– Muchas gracias (¡Tarado! ;Idiota! ¡Estúpido! ¡Imbécil!). Es usted muy gentil.

(Bueno, mientras espera me siento un ratito en el hall y que crean que hago estas gestiones todos los días y que soy “la más más” de las ventas. Me pregunto si puede alguien ser tan zonzo de no darse cuenta de que soy la misma chica de ayer… o … ¿si se dio 7).

– Mire usted señorita, (miro yo señor…) el señor Barra está muy ocupado pero si espera unos minutos… voy a tratar de que la atienda. 
– Gracias, es usted muy amable. Esperaré. (Zonzonazo, te crees el jefe de protocolo de la Casa Blanca. ¡Pobre de ti si no me dejas pasar, que ahí sí que se me acaba la paciencia y me vas a conocer!).

La joven se sentó en un sillón mientras los hombres que cruzaban el hall la miraban con interés. (Hummm! Gran cosa. Si vistiera jeans y una camiseta suelta ninguno se detendría a mirarme. Los hombres no son más bobos porque no son más grandes. Se tragan la imagen y no ven la persona). Unos minutos después salió de alguna parte un hombre de apariencia ejecutiva y se acercó a la muchacha.

– ¿,Creo que usted desea ver al señor Barra, no? 
– Sí, efectivamente (¡Qué listo eres! ¿O creías que estaba aquí esperando un taxi?). 
– Acompáñeme por favor. 
– Con todo gusto (¡ya era hora!).

La joven siguió al hombre por un largo y oscuro pasillo para luego entrar en una elegante oficina alfombrada cuyas amplias ventanas daban a un cuidado jardín. El señor Barra, apariencia distinguida de unos cuarenta y pico años se levantó y la saludó cortésmente ofreciéndole asiento. El que había acompañado a la muchacha desapareció.

– Buenas tardes señor Barra. Mi nombre es Ana María Rodríguez y como sé que usted está muy ocupado le agradezco que me haya atendido. 
– Nada de eso, es un placer, y ¿,en que puedo servir a una dama tan guapa? 
– Bueno, muchas gracias. (Tenía que ser, todos son iguales y tú no escapas a la regla). Mire, yo he venido a ofrecerle las páginas de la revista “Sucesos” para la promoción de su hotel. En ese sentido nuestra revista actualmente tiene un tiraje de … 
– Pero, por favor, antes me aceptarás algo de beber, un jugo o una gaseosa tal vez… – (¡Ah! Conque me tuteas de arranque… mala onda…) Bueno, una gaseosa, gracias (pero si juras que con el cuento de la amabilidad ya mismo caigo, te aviso que no te va a ligar ¿ oíste?). Bueno, como le decía, nuestra rev… 
– Un momento, antes de eso, dime una cosa… ¿eres de aquí? Porque yo no recuerdo haberte visto antes y una muchacha tan guapa como tú no pasa desapercibida… y, por favor, espero que no me consideres atrevido por decirte esto…

– (¡Ya comenzamos. Así que eres el casanova, el “rico”, el “bacán”… Bueno, ni modo, si así lo quieres así será) Sí, yo vivo aquí, lo que pasa es que no salgo mucho… 
– Y ¿por qué? 
– Bueno… (¿quieres coquetear? está bien, te daré gusto) es que una a veces quiere salir y no hay con quién, así que sólo de vez en cuando… 
– Caramba, no puede ser… ¡los hombres en esta ciudad deben estar ciegos! 
– (Por favor, Barra, al menos actualízate ¿sí? porque ese cuento lo vienen usando… ¡hace cuarenta años!)
 Bueno, como le decía, creo que a su establecimiento le sería muy útil y beneficioso un aviso publicitario en nuestra revista, sobre todo por su amplia difusión, tanto aquí como en otras ciudades (¡maldición! justo ahora que estoy entrando al asunto tiene que venir la gaseosa). 
– Sírvete por favor y espero que esté bien ¿tal vez la deseas sin helar? 
– No. Está muy bien, gracias, y, bueno, como le decía, a ustedes les conviene anunciar con nosotros por el público al cual llega nuestra revista, que es de primera categoría, un público selecto que busca un hotel como el suyo y que…

111.gif (3684 bytes)

– Claro, claro, entiendo. Pero, por favor, trátame de tú, que te llevo algunos años pero no tantos… y dime, y por favor, perdóname la curiosidad Ana María pero… una chica tan guapa como tú…. ¿,eres soltera? 
– (¡Y dale con lo mismo! Okey papito, no hay problema ¿ quieres jugar? ¡Juguemos!).
 Sí, hasta el momento estoy soltera ¿,y usted? Perdón, ¿,y tú? Me imagino que es tu señora la de la foto con el bebito ¿,no? (¡ja! ¿ qué? creíste que porque la tienes escondida sobre tu escritorio no la iba a ver? ¡Frito pescadito! Ahora dime a qué te supo… ¡Tarado! Si supiera la pobre la joyita que es su marido…) 
– ¿,La foto? ¿,Qué fo…? ¡Ah! Sí…sí…claro, es mi señora, sí… ¡Caramba! Al parecer tienes una vista magnífica, aunque por lo que veo no sólo la vista… 
– (Ahhh… Sigues, no te das por vencido…bueno, qué le vamos a hacer, terminemos con esto de una vez)
 Efectivamente, sí, tengo buena vista; ahora, volviendo al tema, le estaba explicando que un aviso en nuestra revista sería… 
– No pues, no volvamos a lo mismo, hemos quedado en que me trates de tú ¿o ya te olvidaste? 
– No claro, disculpa (veo que tú no, pero la verdad yo ya me estoy cansando de todo esto ¿sabes? ¡ya me estás aburriendo! ¿ Qué te crees 7 ¿ La última Cocacola del desierto?) Bueno, el caso es que si compras un aviso a toda página en “Sucesos” te sale 20% más económico que en cualquier otra revista local, y su circulación, como te estuve diciendo, es preferencial. Ahora, si compras un paquete de tres avisos… 
– 
¡Ay señor! ¿,Porqué me haces sufrir así’? Yo mirando tus hermosos ojos y tú hablándome de avisos… Digo yo ¿Por qué? ¿Qué mal he hecho? 
– (Vaya ahora nos pusimos sentimentales ¡diablos! está bien, te voy a tener paciencia, pero te voy avisando que si no me compras un aviso ¡te juro que te despellejo vivo!).
 Bueno ¿qué me dices? ¿te facturo un aviso o el paquete de tres que te sale con 10% de descuento? ¡Anímate, es una buena inversión! 
– ¿Sabes lo que pasa? Que todo eso está muy bien pero… yo estaba pensando en otro tipo de inversión más agradable, por decir, salir a almorzar con una chica guapa… 
– (
¡Ah! ¡de frente! está bien…) ¿A almorzar? Claro, con su esposa, supongo… 
– Ja, ja, ja… Espero que no vayas a creer que soy un don Juan o algo así, no, por favor, ni pienses que te falto el respeto, porque no hay nada de eso. No, lo que sucede es que, justamente, mi señora lamentablemente no está en la ciudad, está de viaje con mi hijo hace varios días (¿Ah sí? ¡No me digas!) y a mí la soledad me afecta mucho, me deprime. Y ahora tengo un montón de trabajo, el balance, reuniones con la gente del banco… (¡Pobrecito!) Yo soy un hombre muy casero, muy de mi familia ¿sabes? y encima esto… me desagrada bastante comer solo, ahí en la mesa, yo solito, así es que yo pensaba porque no aprovechar y conversamos de esto en un lugar más agradable mientras me acompañas a almorzar y así no siento tanto la ausencia de mi familia… (¡por supuesto, cómo no!) y, claro, de paso conversamos del asunto del aviso… Además puedes estar tranquila que no te va a pasar nada, estás completamente a salvo conmigo. (¡Sí, claro! ¿ quién lo duda?) Ya te digo, si no fuera por esto del viaje de mi señora no te lo pediría, además… me interesa mucho hacer publicidad en tu revista, de veras, y quisiera que me des detalles al respecto, sobre todo de ese paquete que me interesa mucho… 
– (¡Eso! Al menos ya estamos en algo concreto…)
 ¿Entonces que te parece si te hago un contrato para que lo firmes de una vez? La cancelación es 50% en una semana y el resto, a la publicación de la revista (Ya pues hijito, no te hagas el difícil ¿sí?). 
– ¡Qué apurada! ¿,Tienes miedo o qué? Ja, ja, ja. No te preocupes, soy un hombre serio, de verdad, puedes creerme. (Claro papito ¡veinte veces te voy a creer!). Entonces ¿vienes a almorzar conmigo? ¡Anda! No te voy a comer! (Eso es justamente lo que me preocupa!). 
El teléfono sonó intempestivamente. (¡Salvada! Al menos así puedo pensar… Y ahora ¿qué hago? Ya la cosa está clara y el tipo está decidido a que le acepte la invitación y yo a punto de que me corten el teléfono. ¡Maldición! Pero si crees que me trago su cuento del “hombre casero” es que no me conoces, pero, por otro lado, pucha ¿ qué voy a hacer todo un almuerzo esquivando a este tarado que se las sabe todas? ¿Y después? ¡Ay! ¿Qué hago?). 
– 
¡No! Dígale que ya salgo en este momento, no, que no venga para acá, no, no, yo ya salgo ahorita, sí, sí, dígale que me espere, que ya voy para allá, que estoy saliendo. 
– (Hummm…parece que nos quedamos sin almuerzo, sin contrato y sin teléfono)
 Disculpa, ¿hay algún problema?
– Bueno…este…la verdad sí. Mira, Ana María, parece que me había olvidado de un compromiso importante y tengo que salir en este preciso momento, así que te voy a agradecer que me disculpes, más bien déjame apuntados los datos dé la publicidad y tú número de teléfono así yo te llamo luego ¿sí? Y me vas a perdonar pero yo tengo que irme con urg…

De pronto la puerta se abrió y una mujer muy elegante, aunque un poco subida de peso, entró en la oficina. 
– Discúlpame Raúl pero el tarado de Sánchez creo que es, el de Recepción, no quería dejarme pasar no sé por qué y yo necesito que tú…¡ah! estás…ocupado…(¿Qué has dicho? ¡Lo único que me faltaba! No me gustó nada el tono de tu “estás ocupado” ¿sabes? y, para que te lo sepas primero se saluda ¿ya? y por si acaso este tipo es un imbécil con cerebro de un mosquito y no me interesa en lo más mínimo ¿ya?). 
– Si…este Lucrecia…la señorita es de la revista …este “Sucesos” ¿no?…este…mi señora… 
– (¡Vaya! ¡Qué rápido llegaste de viaje! Si te dijera Lucrecia el cuentazo que me estaba contando tu amado esposo hace un ratito ¿sabes? Bueno, después de todo me salvas de un apuro así que vamos a tomarlo por su lado bueno y te voy a perdonar tu tonito fastidioso que al fin y al cabo ya bastante debes tener con semejante tarado de marido)
 Mucho gusto conocerla señora. Su esposo justamente me estaba conversando de usted… 
– ¿De verdad? ¡vaya, que bueno! Aunque… le diré que me sorprende ¿sabe? porque no es su costumbre e incluso, tal vez usted no me lo vaya a creer, pero mucha gente cree que mi marido es soltero… 
– ¿Qué? ¡No puede ser! (Na me extraña, hijita…) ¿De veras? Pero si hasta me mostró la foto que tiene de usted y su bebito y lo triste que es no poder pasar más tiempo con ustedes ¿no es cierto señor Barra? (Anda baboso, dile lo triste que es comer solito y la soledad y tanto trabajo ¿ya no te acuerdas? ¡Ay cholito! ¡te agarré! y, cuánto lo siento, pero estás en mis manos ¡qué rico!) Pero bueno, supongo que tienen cosas qué hacer y no los quiero distraer (Te jodiste hijito, vas a tener que almorzar con tu mujercita…)sólo le agradecería señora que me permita un instante para llenar los datos de un Contrato por tres avisos que su esposo estaba a punto de firmarme, si no es mucha molestia…¿Le parece señor Barra? 
– Este… claro, claro démelos para firmar… 
– ¡Qué ocurrencia! Siga nomás, no se preocupe, que total no es tan urgente, y si ya logró que le acepte no lo deje para después, no vaya a ser que se desanime. 
– ¿ Estás loca? Ni en sueños)
 Muchas gracias, es usted muy amable (Ay mamacita, ahorita que firme esto tu maridito y después que venga la secretaria o Perico de los Palotes a cobrar que yo aquí no vuelvo ¡ni amarrada!), Ya está, si fuera tan amable de firmar aquí señor Barra y así lo dejo libre para que pueda ir a almorzar con su esposa…(Ya, ya…firma, firma papito, que no te queda otra…¡Buena me ibas a hacer! y yo que casi caigo por el maldito recibo del teléfono y, tú desgraciado, bien sapo que eres, pero te salió el tiro por la culata y ya no te salvan ni los bomberos).

– Bueno, señor Barra ha sido usted muy gentil, le quedo muy agradecida (¡a tu abuelita!) y los dejo entonces. Muchas gracias a usted también señora, mucho gusto conocerla (mi sentido pésame por estar casada con semejante imbécil) y espero que la pasen muy bien La muchacha de falda corta y zapatos de taco alto cruzó el vestíbulo del elegante hotel con paso firme y una gran sonrisa. Cuando el empleado del mostrador la vio salir le pareció escuchar que se reía, aunque no pudo comprender por qué.

LUZ MARIA PEREZ CISNEROS -Trujillo, 1961.
Periodista y narradora 
Ilustración: Carlos Sánchez Rosas.

Sobre el Autor

AI
AI
Este artículo ha sido seleccionado y parcialmente escrito e ilustrado por Inteligencia Artificial (AI) basado en noticias disponibles.

Sé el primero en comentar en «El Señor Barra»

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


WP2Social Auto Publish Powered By : XYZScripts.com