Henry Gonzalo Rodríguez Gutti ha escrito la subjetividad de la historia de Pacasmayo. Lo hace a partir del cuidado y las técnicas del sí mismo. He aquí la ficha bibliográfica del libro: Rodríguez, H. (2021). Mi Pacasmayo que se va. Lima: Arteidea. Se trata de un libro de narrativa. Tiene virtud escritural, y virtud foucaultiana pues resignifica la formación y la transformación de la cultura pacasmayina a partir de las “relaciones consigo mismo”.
El autor hace de su propia vida cotidiana una obra de arte, y de conocimiento. Edgardo Castro, en su Diccionario Foucault, sistematiza la categoría del pensador francés acerca de la historia moderna “cuidado de sí”. Dice: “A partir del momento en que Descartes hace de la evidencia de la existencia del sujeto la puerta de acceso al conocimiento del ser y de la verdad, asistimos a una valorización del conócete y a una descalificación del cuídate. Foucault distingue… entre filosofía y espiritualidad… Espiritualidad: la búsqueda, las prácticas, las experiencias por medio de las cuales el sujeto se modifica para tener acceso a la verdad… La modernidad comienza cuando el acceso a la verdad es una cuestión de conocimiento que ciertamente implica condiciones internas (de método) y externas (el consenso científico, la honestidad, el esfuerzo, no estar loco, realizar estudios sistemáticos), pero que no involucra al sujeto en cuanto a su estructura interna”.
Mi Pacasmayo que se va es un libro de la memoria, pero también tiene que ser un libro de sistematización e investigación de la subjetividad histórica. Por el método, por la mirada, este libro también es moderno.
Chalo Rodríguez Burgos es hijo de Henry Gonzalo Rodríguez Gutti. Ha escrito Chalo: “Escuché decir a mi padre: …Cada vez que llego a mi Pacasmayo, no dejo de ir al recinto que acarició mi niñez, vuelvo al vetusto andén en el que correteé sin traba alguna. Contemplo la estación que no existe y que la gente de hoy, solo ve en él, una antigua casona. Pero, si aún me parece escuchar las voces de viajeros buscando sus asientos y los pitidos del tren de mi infancia, ¡allí está el señor con el costalillo y sombrero en mano!, ¡el inspector!, ¡el maquinista está subiendo!… Hoy, solo me queda un cálido recuerdo que cada vez se hace más grande, dejo que se apodere de mí, estoy esperando el último pitido del tren de mi vida que hacia los míos me llevará…”. Es un libro escrito en el confinamiento social de la pandemia. Yo creo que Rodríguez Gutti ha escrito sobre historia, pero desde su presente. Ciertamente, es genealógico, foucaultiano.
He aquí algunos trazos de la subjetividad de la historia de Pacasmayo, que ha escrito el autor: tomar el café a sorbos, escoger el arroz en la mesa, cargar agua del grifo de la esquina, correr haciendo zigzag, el paseo en el tren, la visita del abuelo por mar que viene desde Chérrepe en caballito de totora, el cargador de bultos que venía en burro, los bailes populares de los adolescentes, la cocina a carbón, el corral de los amínales, la moledora de café, la tinta líquida, la mesa donde cada uno tenía un lugar, la plaza de armas, el malecón de madera, los cines, los bares, las panaderías, y las bodegas de chinos y japoneses.
El choque de las máquinas N.° 5 y N.° 6 del tren, en el trayecto de Lurifico a Chepén, en cuyo primer coche de la máquina 6 viajaba el autor, entonces niño, con su padre de crianza. Por supuesto, la Feria de Guadalupe, que traía la procesión de la virgen y los fuegos artificiales, pero que también traía sus “toldos”. Yo también, de niño, iba a la feria con mi abuela materna, ahí me paseaba en “la rueda de chicago” y “las sillas voladoras”, y aprendí a comer picarones.
Plutarco hace aparecer la máxima “cuídate a ti mismo” en boca del espartano Alexándrides. Con ello, descarta su invención propiamente filosófica, pero también incluye la posibilidad de que el aforismo constituya filosofía de vida y técnica de experiencia vital.
Es que la edad, lucidez y vitalidad del autor también reconfirman la metodología foucaultiana del cuidado de sí. Rodríguez Gutti ha escrito un libro moderno, a sus noventa y tres años. No tiene obra escrita anterior, pues su obra fue siempre de pianista del pueblo. Es el mejor libro que he leído sobre la historia de Pacasmayo a partir de la subjetividad.
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