SANGRE MANGACHE

Mangachería la pobre, 
Mangachería piurana, 
la de las chozas de barro, 
la de los techos de paja, 
¿quién ha dicho que no tienes 
una historia que contarnos?

Historia de tiempos viejos, 
de tiempos que ya pasaron; 
que boca de los abuelos 
sabor de cuentos dejaron 
al trasmitirla a sus nietos 
para orgullo de sus almas. 
¿Quién no ha dicho que no tienes 
tradiciones que nos hablan 
de lo que fueron los hombres 
y de las mujeres piuranas? 
Dentro tus chozas humildes, 
bajo tus techos de paja, 
orgullo de hombría en ellos, 
bravura que en ellos habla 
de herencia de razas fuertes, 
altas, templadas, gallardas.

Todo un mundo de recuerdos 
mézclanse en mi mente gratos; 
memorias de tiempos idos 
que oyera en mis tiernos años. 
Las épocas se confunden, 
mas, los hechos, surgen fáciles 
y los personajes vienen 
como flotando en el aire.

Años de la Independencia 
ha ya tiempo que pasaron; 
los años corren que vuelan 
y a la confederación llegamos.

Por Santa Cruz los piuranos 
su lealtad han jurado; 
contra los Restauradores 
se han batido como bravos. 
No importa los que perdieron,
no importa los que ganaron, 
que también pierde el valiente 
que en la lid muere matando. 
Frente a la Plaza de Armas 
la Iglesia Matriz se alza 
y frente a ella la tropa 
encuéntrase ya formada. 
Santacrucinos vencidos 
deben en ella enrolarse 
para completar las filas 
del vencedor arrogante. 
Frente a la tropa el chileno, 
coronel de recia estampa, 
revista pasa la gente 
que sus cuadros completara; 
que ya de Piura alejarse 
piensa el vencedor, dejando 
madres que lloran sus hijos, 
hijos que lloran sus padres, 
Más ¿qué pasa entre la gente 
que comenta bisbiseando?

Una mujer ha cruzado 
por las filas apretadas 
y las gradas ha subido 
donde el coronel se halla. 
Su ademán es decidido 
y el vestido que ella usa 
es de la mujer del pueblo. 
Su negra manta terciada 
por sobre los hombros lleva 
y de todos los piuranos 
la atención ella concentra. 
El coronel, sorprendido 
alza la frente altanera 
y pregunta:- ¿Cómo llegas 
hasta aquí? ¿Qué es lo que 
quieres? 
– Señor, yo quiero a mi hijo, 
al único que me queda; 
al hijo de mis entrañas 
que tú, señor, te lo llevas.
Mira, señor, que es él, solo, 
el que Dios me deja, 
y no quiero que, soldado, 
me lo maten en la guerra.
– Mujer, esto que tu pides, 
concedértelo no puedo; 
retírate, pues, y deja 
tu necio e inútil ruego. 
Y confirmando en el acto 
sus palabras con los hechos 
orden dicta de alejarla 
de su presencia al efecto. 
Entonces, como un relámpago, 
que cruza rápido el cielo, 
la llama del odio enciende 
en sus ojos el destello 
y arrancándole al soldado 
la lanza con que pretende 
detenerla y alejarla 
de la presencia del jefe, 
arrójase, contra él, fiera, 
y lo atraviesa al instante, 
con fuerza que sólo crea 
el amor que se convierte 
en corriente de odio intensa. 
Cayó el coronel herido 
y cayó la madre cerca
tinta en un charco de sangre
que tiñó la blanca acera. 
Sangre de madre mangache, 
sangre valerosa y fuerte, 
que corres, pura y fecunda,
por las venas de tu gente.
Así te regaste un día 
frente a la plaza del pueblo, 
en las gradas de la Iglesia, 
bajo el azul de tu cielo.

En la Mansión silenciosa, 
Mangachería, que guardas, 
quedó esta mujer valiente, 
mujer mangache y piurana. 
Su recuerdo está flotando 
todavía por el aire, 
entre una mundo de recuerdos 
que en mi mente surgen fáciles. 
Recuerdos de tiempos idos, 
de tiempos que ya pasaron; 
que tus hijos atesoran 
para orgullo de sus almas.

CARLOTA RAMOS DE SANTOLAYA.- Piura, 1910-1994 
Poetisa. Animadora Cultural. Ex diputada por Piura.

Sobre el Autor

AI
AI
Este artículo ha sido seleccionado y parcialmente escrito e ilustrado por Inteligencia Artificial (AI) basado en noticias disponibles.

Sé el primero en comentar en «SANGRE MANGACHE»

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


WP2Social Auto Publish Powered By : XYZScripts.com