TRES ROSTROS, UNA MIRADA

Menudo problema de estómagos vacíos, 
canto de sirenas, bosques de tanquetas. 
Reelecciones, pena de muerte, cadena perpetua. 
Laberinto sin igual. 
Erosionan nuestras pasiones, 
se estremece las carnes.

Espacios vacíos. Encuentros. Miradas. 
Dulce alegría del canto de un niño.

Y tu presencia Tere, de pinceladas 
de versos, de poesía, de verbo 
de sabio encanto guerrero. De tierna 
mirada; vieja madera.

Caminamos mucho, de la mano, muy cerquita 
y en la humedad de la noche infinita 
cuando el viento cruza nuestras mejillas, 
otra vez, tu cálido aliento mi querida Tere.

El silencio crece. Irrumpe de tus labios 
el convulsionado rezo. 
Por la selva, por el ande, por el silencio, 
siento que vives y nuevamente el estremecimiento 
de mis huesos.

Ciertamente Belmont, las ciudades 
son más hermosas por las noches negras; 
pero dicen que a la Tere no le gustan 
las luciérnagas, los parques, las iglesias 
y los portones.

Ella siempre corre tras los esqueletos 
de los zorzales. De las descoloridas mariposas 
que se esconden tras las flores secas 
de los labios resecos. De los rubios opacos 
de los cuerpos polvorientos.

Allí donde la Dema va tejiendo las lágrimas 
de la vida, entre los días y las noches 
de CARITAS y de CARE. Sorteando alegría, 
venciendo al hambre, viviendo cada día.

Y mi canto es el son de mi pueblo con tabaco y ron; 
amando a un socialista de boina negra, con alma de poeta. 
Esperando que acaben las dudas y los temores, 
para entrar en el circo de mi barrio y matar 
a la tristeza, riendo de la economía de mercado.

CARMEN SALAZAR CORTEGANA.- Trujillo, 1949.

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Este artículo ha sido seleccionado y parcialmente escrito e ilustrado por Inteligencia Artificial (AI) basado en noticias disponibles.

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