Menudo problema de estómagos vacíos,
canto de sirenas, bosques de tanquetas.
Reelecciones, pena de muerte, cadena perpetua.
Laberinto sin igual.
Erosionan nuestras pasiones,
se estremece las carnes.
Espacios vacíos. Encuentros. Miradas.
Dulce alegría del canto de un niño.
Y tu presencia Tere, de pinceladas
de versos, de poesía, de verbo
de sabio encanto guerrero. De tierna
mirada; vieja madera.
Caminamos mucho, de la mano, muy cerquita
y en la humedad de la noche infinita
cuando el viento cruza nuestras mejillas,
otra vez, tu cálido aliento mi querida Tere.
El silencio crece. Irrumpe de tus labios
el convulsionado rezo.
Por la selva, por el ande, por el silencio,
siento que vives y nuevamente el estremecimiento
de mis huesos.
Ciertamente Belmont, las ciudades
son más hermosas por las noches negras;
pero dicen que a la Tere no le gustan
las luciérnagas, los parques, las iglesias
y los portones.
Ella siempre corre tras los esqueletos
de los zorzales. De las descoloridas mariposas
que se esconden tras las flores secas
de los labios resecos. De los rubios opacos
de los cuerpos polvorientos.
Allí donde la Dema va tejiendo las lágrimas
de la vida, entre los días y las noches
de CARITAS y de CARE. Sorteando alegría,
venciendo al hambre, viviendo cada día.
Y mi canto es el son de mi pueblo con tabaco y ron;
amando a un socialista de boina negra, con alma de poeta.
Esperando que acaben las dudas y los temores,
para entrar en el circo de mi barrio y matar
a la tristeza, riendo de la economía de mercado.
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