La casa de Vallejo es mía y de todos,
es un pequeño rincón de piedras
techos de tejas y pilares de eucaliptos.
Está llena de poemas y recuerdos.
En el pequeño poyo donde Vallejo
descansaba
me senté y sentí que él me hablaba
juntos caminábamos por las calles de
Santiago.
El horno donde su madre hacía el rico pan
y las semitas, está abandonado y muy
oscuro.
Semitas que escondía debajo de su
almohada
para comerlas por las madrugada.
El cuerpo donde nació se despojaba
cuando sentía dolor vertical.
Vallejo no ha muerto, yo lo siento a mi
lado,
todos los poetas lo deben sentir en su
corazón.
Vallejo no hizo daño a nadie.
El poyo, el horno, su cuarto
¡Es mío y de todos!
Tu pueblo es muy bello
serás siempre devoto
del Apóstol Santiago el Mayor,
aunque hayas muerto, siempre
estarás vivo para él
¡Vallejo escúchame!
¡Tú nunca morirás
tú y yo viviremos juntos!
Mención Honrosa en Poesía juvenil en el VI concurso literario de Lundero.
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