¿Quién va a espantar
la plaga de pelícanos malhumorados?
Yo no, dijeron los huraños patillos
yo tampoco, dijeron los derrotados
calamares.
Y desde una prehistórica barquita
se incorporaron los delfines,
escribiendo en las líneas de las olas:
Madres pececitas,
perdónalos, los pelícanos son
disléxicos,
no comprenden el lenguaje de los
peces.
Entonces los peces crucificados
en el vuelo de la muerte
dibujaron una rosa náutica
dándole vida a sus escamas.
En la borda de un galeón
con sus viejos dientes
los corsarios dragones
arrastran el odio
despedazando el alma
de los quietos cachalotes.
¡He aquí, las ninfas tortugas!
Oran arrodilladas,
pidiéndole al dios de los mares
que un gran maremoto en un dos al
revés
les devuelva la Atlántida
y de la Atlántida salgan los peces
a pescar sin arpones al hombre.
En pañuelos de arena
las gaviotas escribieron letras
marinas
para conmemorar
«Los derechos de los peces»
Y se congregaron todos
para tomar
el sol en sus manos.
Creyentes los pingüinos, fue entonces
que levantaron en sus dedos
astilleros,
langostas enterradas en peñas.
Aquí resucitó la alta fe de los peces
en las manos de dolientes pescadores.
Y de pronto
cuando el día se batía de secretos
y de la noche ardía de relámpagos
sobre el paraíso del horizonte
las gaviotas
inventaron los mares.
Los mares enviaron sus peces de
colores.
Como testimonio de una espuma nueva,
del corazón de una barquita
bajo a los bosques de arena
una nuña cargada
con hermosas historias de amor.
Trabajadora Social, Poeta. Mención Honrosa en el Concurso Internacional Convocado por la Academia de Letras del Brasil, 1979. Publicaciones: «Cartas a mi Hijo». Actualmente dirige el taller Literario «MATIZ».
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