Nelly Fonseca Recavarren: la poetisa peruana que solía firmar sus obras como si fuera un hombre

La artista sufrió la desdicha de no poder caminar desde muy niña, pero eso no le impidió desarrollar su talento para la poesía.

En el amplio universo que es la literatura peruana, tenemos un sinfín de figuras que de alguna manera o de otra han dejado su huella en la historia de las nuestras letras.

Una de ellas es la singular figura que desafió no solo las limitaciones impuestas por la discapacidad, sino también las convenciones sociales de su época.

Ella fue Nelly Fonseca Recavarren, conocida en los círculos literarios como “Carlos Alberto Fonseca”, y durante toda su vida tejió su propia trama literaria marcada por la rebeldía y la incansable búsqueda de una voz única que resonara más allá de su tiempo. Y esta es su vida.

El punto de partida de esta historia se sitúa en Pacasmayo, el 12 de octubre de 1922, fecha en la que Nelly vio la luz por primera vez.

Sin embargo, su infancia transcurriría bajo la sombra de un accidente que, a la temprana edad de 9 años, cambiaría el curso de su vida de manera irreversible. Una caída por las escaleras ataría a Nelly a una silla de ruedas, convirtiéndola en prisionera de una discapacidad que moldearía su perspectiva y desencadenaría una serie de elecciones determinantes en su futuro.

Pero, con la tenacidad que caracteriza a los espíritus indomables, Fonseca Recavarren enfrentó las miradas escrutadoras de una sociedad limeña que lidiaba con la aceptación de las diferencias.

Fue en este contexto que surgió “Carlos Alberto Fonseca”, el alter ego bajo el cual Nelly decidiría plasmar sus inquietudes literarias. Un seudónimo masculino que no solo sería la firma en sus escritos, sino también la puerta a una apariencia andrógina que, para muchos, encerraba la rebeldía contra los roles de género preestablecidos.

El trasfondo de esta metamorfosis se fraguó en la adolescencia de la poetisa, cuando tomó la valiente decisión de desafiar las expectativas impuestas por su condición y por la sociedad misma.

Así fue que cortó su cabello, adoptó vestimenta masculina en una época en la que ello resultaba inusual y, lo más significativo, cambió su nombre a Carlos Alberto Fonseca. Este acto de autodefinición se convirtió en un manifiesto silencioso de resistencia y, para muchos, en un intento de desviar la atención de su discapacidad.

Vida en Barranco
Poco antes de comenzar su camino por las rutas de la literatura, la familia de Nelly se trasladó a Lima, específicamente a una casona en la calle San Martín, en Barranco, un escenario bohemio que sería testigo de sus primeros pasos literarios.

Dotada de una mente inquisitiva y dominando el inglés y francés, la joven artista se sumergió en la lectura de los modernistas y vanguardistas, comprendiendo a la perfección a autores que se convertirían en sus referentes.

A los doce años, desafiando las convenciones literarias y sociales, publicó su primer libro, “Rosas Matinales” (1934), consolidando así la identidad de Carlos Alberto Fonseca en la escena literaria.

La producción poética de Nelly, bajo el seudónimo masculino, fue prolífica. Desde “Heraldos del Porvenir” (1936) hasta “Preludios Íntimos” (1945), sus versos exploraron las complejidades de la existencia y las emociones humanas.

A pesar de mantener su apariencia masculina, Nelly continuó siendo una figura elegante, bien vestida y con un estilo propio que desafiaba las expectativas sociales. La versatilidad de Fonseca Recavarren no se limitó a la poesía. Fue periodista y promotora cultural, destacándose como directora de la página literaria del diario La Crónica y de la revista Palabra Americana.

Su pluma no solo exploró los rincones más profundos de la poesía, sino que también se aventuró en la composición de himnos, como el dedicado a su entrañable Barranco, distrito que la acogió.

Talento reconocido
La reconocida trayectoria de Nelly fue acompañada por múltiples premios, entre ellos, el Primer Premio y Medalla de Oro del VIII Certamen de Liniers de la República Argentina, en 1937. También en Cuba se llevó el Primer y Tercer Premio en Homenaje a la Madre Americana de La Habana, en 1940. Estos galardones, aunque representativos, no fueron más que la confirmación de su destreza poética y la resonancia de su voz en el ámbito literario.

A pesar de la riqueza de su legado, Nelly Fonseca Recavarren también publicó bajo su nombre real. En 1955, lanzó “Espigas de Cristal y Raíz del Sueño”, un poemario que vería la luz póstumamente en 1963.

Otros de sus trabajos, como “Velero Alucinado y otros”, quedaron inéditos, dejando un rastro des creatividad aún por descubrir. La poesía de Nelly se adentró en el terreno del modernismo, revelando su maestría en el manejo de la rima y la métrica. Sus textos, más que simples composiciones, eran pequeñas historias que destacaban por la precisión de las metáforas y la profundidad de las emociones transmitidas.

Hermandad sudamericana
Pero nuestra poetisa no solo fue una creadora en solitario; pues también mantuvo una comunicación fluida con destacadas poetas como Gabriela Mistral de Chile y la uruguaya Juana de Ibarbourou.

Este intercambio no solo evidencia su reconocimiento en el ámbito literario, sino también su capacidad para construir puentes culturales más allá de las fronteras. Y demostrando su carácter provocador e irreverente, Nelly Fonseca Recavarren, en una entrevista a un diario chileno en 1944, expresó su desagrado por “la estrechez de criterio” de la gente, criticando la tendencia a convertirse en “fiscales de las vidas ajenas”.

Esta actitud, que resonaba con su espíritu libre, reflejaba la voluntad de Nelly de desafiar las normas impuestas y vivir según sus propios términos.

Amor esquivo
El amor, aunque fugaz, tocó la vida de Nelly de manera trágica. A punto de contraer matrimonio con el actor argentino Juan Carlos Croharé, un accidente de aviación se cruzó en su camino, llevándose al hombre que iba a ser su compañero de vida, en 1946. Esta pérdida, cargada de dolor, la acompañó hasta el último día de su existencia, cuando falleció el 9 de abril de 1962, a la edad de 40 años.

El legado de Nelly perdura en sus versos, en la rebeldía que marcó su existencia y en el recordatorio de que, a veces, las mayores batallas se libran con la pluma en mano y el corazón desbordante de pasión.

En un mundo que a menudo busca encasillar a las personas en categorías predefinidas, la historia de Nelly Fonseca Recavarren recuerda la importancia de la autenticidad y el poder transformador de la expresión artística.

Su vida y obra continúan siendo un faro de inspiración para aquellos que se atreven a desafiar las convenciones y a escribir su propia historia, sin importar las adversidades que puedan surgir en el camino.

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Este artículo ha sido seleccionado y parcialmente escrito e ilustrado por Inteligencia Artificial (AI) basado en noticias disponibles.

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