Cuando pensamos en el descubrimiento de Machu Picchu, es probable que nos venga a la mente la imagen de Hiram Bingham, el intrépido explorador estadounidense que, en 1911, se aventuró en la espesura de la selva peruana. Sin embargo, esta narrativa romántica y evocadora no abarca todos los aspectos significativos y ciertamente controversiales de la historia.

Hiram Bingham jugó un papel crucial en el descubrimiento científico de Machu Picchu, fotografiando y mapeando la ciudadela incaica, y estableciendo su relevancia arqueológica a nivel global. En este aspecto, el papel de la revista National Geographic fue fundamental. Fue esta publicación la que, en 1913, dedicó una edición completa a la expedición de Bingham, catapultando a Machu Picchu a la conciencia global y generando un interés académico y turístico que persiste hasta hoy.

No obstante, cuando Bingham llegó a Machu Picchu, ya residían allí dos familias, los Recharte y los Alvarez, desafiando la idea de que Machu Picchu había sido ‘redescubierta’. Es más, una de las primeras fotografías que tomó Bingham de la ciudadela claramente muestra grafiti moderno en una de las paredes, testimoniando que A. Lizarraga había estado allí en 1902. Y el papel de Melchor Arteaga, un campesino que actuó como guía para Bingham, añade otra capa de complejidad a la historia.

La controversia en torno al ‘descubrimiento’ de Machu Picchu cuestiona la noción de descubrimiento en sí misma. ¿Se puede ‘descubrir’ algo que ya está habitado? ¿Quién tiene el derecho de reclamar el descubrimiento, el que organizó la expedición o el que guió hasta el lugar?

El mero hecho de que se encontraran familias viviendo en el lugar y el rol de Arteaga nos indican que el lugar no estaba tan olvidado como los medios de comunicación insinuaron, probablemente para hacer la noticia más sensacionalista. Sin embargo, Bingham y National Geographic indudablemente jugaron roles significativos en el reconocimiento mundial de Machu Picchu.