Mujeres viajeras en el Perú del siglo XIX

Mujeres viajeras en el Perú del siglo XIX
Fannie Ward viaja escribe entre 1890 y 1891 reportes detallados para varios diarios de Estados Unidos.
27/08/2022 La navegación a vapor permitió transportar mercancías y pasajeros como nunca, convirtiendo la costa del Pacífico en un balneario. La compañía inglesa de vapores monopolizaría por décadas el transporte marítimo en la región.

Dr. Carlos Arrizabalaga

Lingüista. Director de Publicaciones y profesor de la Universidad de Piura

La Pacific Steam Navigation Company (PSNC) se creó en Londres, en 1838, y hacía la ruta Valparaíso, Callao, Guayaquil y Panamá, con muchas paradas intermedias. Miles de viajeros subieron a esos grandes vapores. “La vida a bordo –decía entusiasta la reportera Fannie B. Ward (1843-1913)– tiene sus rasgos peculiares, que mal que bien no siempre son desagradables. Los camarotes a lo largo de tres pisos cuentan con una buena provisión de agua para una muchedumbre de pasajeros, su carga viviente de caballos, reses, ovejas y aves de corral y toneladas de frutas y otras mercancías: es una ciudad en miniatura separada del resto del mundo, que dispone de todo lo necesario”.

No todo era, en realidad, tan agradable; y, viajeras como ella, Mary Graham, Mary Robinson Wright o Katherine Dreier destacarán las dificultades de un viaje por Sudamérica. En el Callao le sorprenden los leones marinos, pero se incomoda que los escalones del embarcadero “terminaban en una variopinta muchedumbre, la mayoría holgazanes sin trabajo gritando y empujándose más que nada por pura curiosidad, para presentarse a las señoras y obstaculizarles el desembarco, y así tuvimos dificultades para abrirnos paso a través de esos individuos sucios y malolientes.” Fannie Ward viaja con su hija y escribe reportes detallados, entre 1890 y 1891, para una docena de periódicos diferentes de Estados Unidos.

“Posiblemente el peor puerto de toda la costa de Sudamérica –denuncia Ward– es Mollendo, al sur del Perú, donde las olas salvajes y violentas rompen indescansablemente contra un promontorio rocoso y apenas una rada a mar abierto ofrece una mínima protección contra el viento o las inclemencias del tiempo.” Islay era mucho mejor, pero “por los manejos de algunas influencias entre los congresistas de parte de quienes estaban interesados en la venta de terrenos [durante el gobierno de José Balta] decidieron que fuese aquí la estación final del ferrocarril”.

“No es raro que se pierdan equipajes y ocasionalmente hasta algunas vidas humanas”, insiste Ward. Subían y bajaban a la gente con poleas, desde la cubierta de los vapores hasta los botes, suspendidos de una grúa con barriles. Los alzaban de los botes “dando vueltas y vueltas” y pocos se libraban “de un fuerte golpe o una buena sacudida”. Mollendo no necesitaba un muelle, sino un elevador. Además, los dos únicos hoteles eran malos y demasiado caros.

Su más grata sorpresa la encuentra en el norte: “Por más de veinte años el caballero B. H. Kauffmann, hermano del dueño del Evening Star de Washington, ha sido el cónsul americano en Pacasmayo”. Hace elogios al domicilio del cónsul y le sorprende encontrar delicada porcelana francesa y un piano. Alaba la educación de sus hijas, a cargo de una institutriz inglesa. Los funcionarios en estas latitudes recibían un pago extra por aceptar un destino en estas latitudes. En los establecimientos comerciales de Lima se puede encontrar de todo, también porque muchas familias han empeñado, luego de la guerra, sus objetos más valiosos.

“Entre las cosas que se pueden ver en Pacasmayo –se sorprende esta pionera del periodismo de viajes –, destaca un vehículo impulsado por el viento. Corre sobre unos raíles como cualquier otro vagón, pero no tiene caballos, mulas ni motor de ninguna clase más que las manos invisibles del aire impulsando una vela que puede ser extendida o retirada como se requiera, igual que en una barca. Tiene frenos por supuesto, y este encantador barco rodante se puede desplazar desde el centro de la ciudad hasta el final del largo embarcadero cuando el viento parece empujar en la dirección correcta”. El embarcadero de Pacasmayo, de 774 metros de largo, se inauguró en 1878. El barco rodante perduró. José Vicente Rázuri (1879-1968) recordaba los “carritos de vela” que el señor McNulti y don Gustavo Eguren ponían a disposición de las “damitas paseanderas”.

La escritora Mary Robinson Wright sería agasajada en agosto de 1905 por Irving B. Dudley, el cónsul estadounidense en Lima. La hija de Fannie Ward enamora a un joven oficial que no hablaba ni palabra de castellano. Este pujante periodismo de viajes de Fannie Ward dará publicidad a las curiosidades peruanas entre el gran público norteamericano y, al difundir las noticias sobre iglesias y monumentos (incluyendo una visita a la supuesta tumba de Pizarro), crea en la opinión pública norteamericana una imagen seductora del país, que atrajo las expediciones de Max Uhle (1903) y de Hiram Bingham (1911). Antes del descubrimiento de Machu Picchu, el Perú ya se mostraba como un país lleno de sitios arqueológicos y lugares atractivos para el turismo mundial.

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Este artículo ha sido seleccionado y parcialmente escrito e ilustrado por Inteligencia Artificial (AI) basado en noticias disponibles.

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