De “La Industria” de Trujillo. Martes, 2 de Noviembre de 1999
“Confiado en mi entusiasmo he emprendido un arduo trabajo superior a mis fuerzas. Pido pues vuestro concurso. Ayudadme. Dad tregua a la política y consagraos a hacer conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene”. (Antonio Raimondi) |
Casona de 5 ventanas ubicada en la calle Real, donde Raimondi vivió sus últimos años. Ahora es un Museo.
Partió de Italia con rumbo a nuestros país el 8 de enero de 1850, arribando el 28 de julio del mismo año en compañía de su inseparable amigo de infancia, el doctor Alejandro Arrigoni. Fue profesor erudito de zoología y botánica de la Escuela de Medicina, donde su primer trabajo científico fue clasificar ejemplares de historia natural; además fue comisionado del gobierno, como consultor científico hasta su muerte. El 1 de setiembre de 1829 se casó con la dama huaracina Adela Loli, con quien tuvo 3 hijos: Elvira, María y Francisco.
Raimondi se internó en la sierra, en la selva, recorre valles, ríos y sedientos desiertos. En 1879, pese a la guerra con chille, permaneció inalterable en sus investigaciones científicas, aportando conocimientos valiosos para el Perú. Durante 19 años el sabio italiano se dedicó a estudiar las tres regiones naturales. Durante sus viajes coleccionó especies para el archivo que lleva su nombre.
En Botánica presenta una visión científica universal, en Paleontología reúne innumerables fósiles y en zoología logró una impresionante colección de aves peruanas. Como diplomático arregló con honor y dignidad el asunto de los límites con el Brasil.
Se traslada a San Pedro de Lloc.
La salud del sabio milanés comienza a quebrantarse por una pleuresía. Por recomendaciones médicas debía permanecer en una ciudad de buen clima. Enterado su fiel amigo Alejandro Arrigoni de su delicada situación le envió una misiva desde San Pedro de Lloc, invitándolo a disfrutar del benigno clima sampedrano.
Raimondi aceptó. Al llegar San Pedro de Lloc se alojó en el inmueble Nº 69 de la calle 2 de Mayo, actualmente Museo Raimondi. Los sampedranos conocedores de la valía del sabio lo recibieron con gran cariño y respeto. El italiano ya conocía de estas tierra del Cacique Lloc. Aquí conoció la elaboración del famoso pellón sampedrano, para cuya industria tuvo expresiones de elogio.
• Muere el sabio milanés
La enfermedad de Raimondi empeora. El perú entero espera con angustia el desenlace. Un equipo de médicos entre ellos Pedro Brito, Alejandro Arrigoni, Manuel Cevallos y Julio Olavarría, asistieron al sabio italiano. Todo esfuerzo fue vano, y el 26 de octubre de 1890 la vida de Antonio Raimondi se extinguió para siempre.
Quienes lo acompañaron en su lecho, en los últimos momentos de su vida, escucharon que el sabio deliraba así: “Caracol: mínima cinta métrica con que mide el campo Dios”. “Naranjo florido de esta tierra linda, mándame tus flores a mi sepultura”. Y su última palabra: “¡Natural!: El Perú”.
Desde Lima se reclamó su cuerpo. Era necesario embalsamar sus restos. Como no se contaba con los elementos necesario para la actividad, este fue colocado en un depósito de zinc con alcohol, que a su vez fue colocado en el ataúd correspondiente. Ante el féretro hicieron guardia las principales personalidades de la ciudad.
El ataúd llegó a Lima el 2 de noviembre. El 14 del mismo mes se inhumaron los restos del “Padre de nuestra geografía” e infatigable viajero, dejando a las generaciones peruanas el ejemplo de lo que nuestro país es capaz de producir con el esfuerzo y dedicación de cada uno de nosotros.
Antonio Raimondi paso a mejor vida. Su nombre y enseñanzas quedaron en el legado histórico y científico para el Perú. Por ello, instituciones culturales, centros educativos, avenidas, plazuelas llevan su nombre. En San Pedro de Lloc, ciudad donde el científico entregó su vida Dios, la casona donde se cobijo y falleció, es ahora el Museo Raiomondi.
“La recuperación de la vieja y solariega casona de la calle Real, donde murió Raimondi, nos impulso a convertirla en el templo cívico y del recuerdo. Quiera el destino que la obra iniciada encuentre eco en el Instituto Nacional de Cultura”, señaló el ex alcalde y gestor de la obra, Virgilio Purizaga Aznarán.
La habitación donde falleció el italiano, se conserva la bella ventana a la calle, la modesta cama de fierro, su viejo baúl forrado con cuero negro y claveteado con tachuelas, donde el naturista guardó con mucho celos sus apuntes de viajes. Se aprecia un retrato de él donado por la Embajada de Italia, fotografías de su amigo Alejandro Arrigoni y de sus dos hijas: María Antonieta y Elvira Raimondi Loli.
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