USA: El país donde separan a las almas

USA: El país donde separan a las almas
Hace poco en Texas me mostraron fotos de un cementerio por en medio del cual pasa una cerca de  aquellas que se usan para contener al ganado. De un lado, están  sepultados los gringos, y del otro duermen los difuntos que en vida hablaron castellano, y a quienes la terminología racial de este país llama los «hispanos».
No se me explicó quiénes llegan al cielo primero porque, obviamente, no hay fotos de ese acontecimiento, ni mucho menos estadísticas, aunque es de presumir que en los
Estados Unidos, un país tan obsesionado por la «raza», el Paraíso debe estar parcelado, reglamentado y posiblemente manejado por burócratas estrictos, respetables y políticamente correctos.
El hecho parece extraño, pero no lo es. Aunque la discriminación es un delito castigado con las más severas penas,  la segregación – o sea la separación de la población por grupos étnicos- existe abiertamente en muchas instituciones, e incluso es
alentada por legislaciones anacrónicas y por administradores obtusos.
Una sola religión, por ejemplo, mantiene en la misma ciudad varios templos distintos que están destinados, uno para los «blancos», otro para los «afroamericanos», uno diferente para  los «asiáticos» y por fin, otro para los «hispanos».La excusa que podría darse es la diferencia de idiomas, pero  ella no sirve para separar a los «blancos» de los»afroamericanos» que hablan el mismo idioma, ni de los «hispanos» o «asiáticos» que dominan inglés.
En Salem, Oregon, conozco un culto religioso (no diré cuál), cuyo edificio se parece a un centro escolar. Los llamados «blancos» ocupan el salón más extenso que se abre a la entrada principal, pero no a sus vecinos. «Hispanos», «afros» y «asiáticos» tampoco se comunican los unos con los otros, aunque recen al mismo Dios, y aparte de eso sus tampoco compartidos baños rechazan terminantemente el pis interracial.
Aparte de ello, la palabra étnico” tiene aquí un significado especial. Hay restaurantes y tiendas de objetos étnicos, pero se refieren a quienes han nacido o tienen un ancestro en el resto del planeta, menos aquí. «Etnico» es definido por el diccionario como relativo a un pueblo o a una raza humana. ¿Significa eso que los norteamericanos no
pertenecen a ninguna?… Así lo supone la gente común y corriente de este país, pero no tan sólo ellos. Lo peor de todo es que las propias universidades tienen escuelas de «estudios étnicos» en las cuales no se estudia la etnia mayoritaria de este país.
“Diversidad” y “multiculturalismo”, las metas de las universidades implican el respeto por las culturas y los estilos de vida diferentes, lo que es santo y bueno, pero lo que no es
bueno si santo es que ese supuesto respeto, en vez de serlo de verdad, implica casi siempre una suerte de paternalismo y protección por personas a quienes sin decírselo, se les considera inferiores.
La “Ley de Acción Afirmativa” permite que los llamados “alumnos de color” puedan entrar en las universidades con una nota promedio mucho menor que la que se les exige a los “blancos”. Se aduce que los “color students” son más pobres, pero en ese caso debería de pensarse en estímulos económicos para los buenos alumnos sin distinción de que ellos sean blancos, negros, azules o colorados, y ese no es el caso.
La “acción afirmativa” se funda en la insultante premisa de que ciertos grupos étnicos -los hispanos y los negros- son inherentemente inferiores a los otros. Basados en la raza, los reclutadores que van a las escuelas a buscar jóvenes “de color” les ofrecen que- debido a su grupo étnico o a su origen geográfico- su admisión en el campus dependerá de un standard más bajo como si su inteligencia fuera necesariamente menor o
padecieran de minusvalidez en el cerebro.
Si la diversidad y el multiculturalismo tan predicados fueran completamente sinceros, los norteamericanos tendrían una forma de resolver algunos de sus mayores problemas. Su educación, por ejemplo, fue declarada en crisis por el presidente Clinton y lo es todas las veces en que se comente algún crimen en las escuelas. Tal vez podrían estudiar los postulados tradicionales de la mayoría de los países de la otra América que, en vez de considerarla un negocio,  confieren a la educación una concepción humanista y la perciben como un derecho de la persona humana.
En Estados Unidos, hay leyes draconianas contra discriminación, pero la segregación existe en la ley y en creencias inconfesas aunque muy arraigadas. Ojalá que la nueva administración contribuya a levantar las cercas que separan a las almas en el más allá. Si la ignorancia lo impide y la división persiste, el cementerio seguirá creciendo hasta abarcar también los corazones de quienes todavía estamos vivos.
Hace poco en Texas me mostraron fotos de un cementerio por en medio del cual pasa una cerca de  aquellas que se usan para contener al ganado. De un lado, están  sepultados los gringos, y del otro duermen los difuntos que en vida hablaron castellano, y a quienes la terminología racial de este país llama los «hispanos».

No se me explicó quiénes llegan al cielo primero porque, obviamente, no hay fotos de ese acontecimiento, ni mucho menos estadísticas, aunque es de presumir que en los
Estados Unidos, un país tan obsesionado por la «raza», el Paraíso debe estar parcelado, reglamentado y posiblemente manejado por burócratas estrictos, respetables y políticamente correctos.
El hecho parece extraño, pero no lo es. Aunque la discriminación es un delito castigado con las más severas penas,  la segregación – o sea la separación de la población por grupos étnicos- existe abiertamente en muchas instituciones, e incluso es
alentada por legislaciones anacrónicas y por administradores obtusos.
Una sola religión, por ejemplo, mantiene en la misma ciudad varios templos distintos que están destinados, uno para los «blancos», otro para los «afroamericanos», uno diferente para  los «asiáticos» y por fin, otro para los «hispanos».La excusa que podría darse es la diferencia de idiomas, pero  ella no sirve para separar a los «blancos» de los»afroamericanos» que hablan el mismo idioma, ni de los «hispanos» o «asiáticos» que dominan inglés.
En Salem, Oregon, conozco un culto religioso (no diré cuál), cuyo edificio se parece a un centro escolar. Los llamados «blancos» ocupan el salón más extenso que se abre a la entrada principal, pero no a sus vecinos. «Hispanos», «afros» y «asiáticos» tampoco se comunican los unos con los otros, aunque recen al mismo Dios, y aparte de eso sus tampoco compartidos baños rechazan terminantemente el pis interracial.
Aparte de ello, la palabra étnico” tiene aquí un significado especial. Hay restaurantes y tiendas de objetos étnicos, pero se refieren a quienes han nacido o tienen un ancestro en el resto del planeta, menos aquí. «Etnico» es definido por el diccionario como relativo a un pueblo o a una raza humana. ¿Significa eso que los norteamericanos no
pertenecen a ninguna?… Así lo supone la gente común y corriente de este país, pero no tan sólo ellos. Lo peor de todo es que las propias universidades tienen escuelas de «estudios étnicos» en las cuales no se estudia la etnia mayoritaria de este país.
“Diversidad” y “multiculturalismo”, las metas de las universidades implican el respeto por las culturas y los estilos de vida diferentes, lo que es santo y bueno, pero lo que no es
bueno si santo es que ese supuesto respeto, en vez de serlo de verdad, implica casi siempre una suerte de paternalismo y protección por personas a quienes sin decírselo, se les considera inferiores.
La “Ley de Acción Afirmativa” permite que los llamados “alumnos de color” puedan entrar en las universidades con una nota promedio mucho menor que la que se les exige a los “blancos”. Se aduce que los “color students” son más pobres, pero en ese caso debería de pensarse en estímulos económicos para los buenos alumnos sin distinción de que ellos sean blancos, negros, azules o colorados, y ese no es el caso.
La “acción afirmativa” se funda en la insultante premisa de que ciertos grupos étnicos -los hispanos y los negros- son inherentemente inferiores a los otros. Basados en la raza, los reclutadores que van a las escuelas a buscar jóvenes “de color” les ofrecen que- debido a su grupo étnico o a su origen geográfico- su admisión en el campus dependerá de un standard más bajo como si su inteligencia fuera necesariamente menor o
padecieran de minusvalidez en el cerebro.
Si la diversidad y el multiculturalismo tan predicados fueran completamente sinceros, los norteamericanos tendrían una forma de resolver algunos de sus mayores problemas. Su educación, por ejemplo, fue declarada en crisis por el presidente Clinton y lo es todas las veces en que se comente algún crimen en las escuelas. Tal vez podrían estudiar los postulados tradicionales de la mayoría de los países de la otra América que, en vez de considerarla un negocio,  confieren a la educación una concepción humanista y la perciben como un derecho de la persona humana.
En Estados Unidos, hay leyes draconianas contra discriminación, pero la segregación existe en la ley y en creencias inconfesas aunque muy arraigadas. Ojalá que la nueva administración contribuya a levantar las cercas que separan a las almas en el más allá. Si la ignorancia lo impide y la división persiste, el cementerio seguirá creciendo hasta abarcar también los corazones de quienes todavía estamos vivos.

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Este artículo ha sido seleccionado y parcialmente escrito e ilustrado por Inteligencia Artificial (AI) basado en noticias disponibles.

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