Nueva Zelanda se convirtió en el primer país autogobernado en otorgar el derecho al voto a todas las mujeres, incluyendo a las mujeres maoríes indígenas, el 19 de septiembre de 1893. Este logro se logró décadas antes que otros países, como Estados Unidos y el Reino Unido, que implementaron el sufragio femenino después de la Primera Guerra Mundial.

El camino hacia la victoria fue una combinación de perseverancia, la influencia del movimiento de la templanza y un poco de suerte. El movimiento de la templanza, que surgió en Nueva Zelanda en la década de 1880, culpaba al alcohol por los problemas sociales y argumentaba que las mujeres, junto con los niños, eran las más afectadas.

La rama neozelandesa de la Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza (WCTU), inspirada por la estadounidense Mary Leavitt, se formó en 1885. La WCTU creía que solo a través del derecho político las mujeres podrían influir en el uso y el abuso del alcohol.

Kate Sheppard, una líder carismática del movimiento de la templanza, se convirtió en la figura central del sufragio femenino en Nueva Zelanda. Su labor incansable incluyó discursos por todo el país y la organización de peticiones al Parlamento, que cosecharon miles de firmas.

La presión popular, junto con el apoyo de las ideas de John Stuart Mill sobre los derechos de la mujer, finalmente llevaron a la aprobación de la ley en septiembre de 1893. El gobernador Lord Glasgow, representante de la monarquía británica, firmó el documento, convirtiéndose en un hito histórico.

En las elecciones siguientes, el 84% de las mujeres se registraron para votar y dos tercios lo hicieron, marcando el comienzo de una nueva era en la democracia neozelandesa. Kate Sheppard, reconocida como una heroína nacional, aparece en el billete de diez dólares de Nueva Zelanda, y el centenario del sufragio femenino se celebró ampliamente en 1993.

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